Manuel Gómez Ganados.
Recientes estudios de opinión, arrojan un panorama desolador: los mexicanos
desconfiamos, y mucho. No es algo nuevo. Es, más bien, resultado de un proceso
que nos ha metido en un laberinto del que es muy costoso salir pues, como nos
recuerda Ralph Waldo Emerson, “desconfiar es costoso”.
No es difícil
trazar esta tendencia. Consulta Mitofsky (http://bit.ly/MitofskyFeb12), por
ejemplo, incluye en sus reportes mensuales un indicador acerca de la confianza
en el Instituto Federal Electoral. Según esos estudios, que tienen la ventaja de
acumularse desde hace ya varios años, el gran perdedor de la elección de 2006
fue el IFE. Baste recordar la manera en que salió Luis Carlos Ugalde de la
presidencia del Consejo General, y la forma en que se han reemplazado a los
miembros de ese consejo.
Según esos datos, el IFE arrancó la década
pasada con 39% de la población que confiaba “mucho” en su labor, 38% que decía
confiar “regular” y sólo 21% que decía confiar “poco o nada”. A la vuelta de
doce años, los datos son sólo 22% que dice confiar “mucho”, 26% que dice confiar
“poco o nada” y 48% que dice confiar “regular” en el IFE. En julio de 2006, 34%
dijo confiar “mucho”, 33% confiaba “regular” y 31% confiaba “poco o
nada”.
La desconfianza también afecta a los partidos. Según los datos de
la misma Mitofsky, sólo el PRI y el PAN tienen un saldo de opinión positiva,
pero podría ponerse en duda si se considera la mala fama del Verde Ecologista,
el socio que ayuda al PRI a inclinar la balanza en su contra.
La
desconfianza no se agota ahí. Demotecnia (http://bit.ly/DelasHerasFeb12), la
empresa de María de las Heras, informó hace unos días sobre la pérdida de
confianza que afecta prácticamente a todas las instituciones públicas. De las
Heras señala que los consejeros del IFE pasaron del 61% de ser calificados con
un nivel de “Bien” en 2007, a uno de sólo 32% en 2012, una pérdida de 29 puntos
porcentuales. Y no hay quien se salve. Los periodistas pierden 25 puntos; los
ministerios públicos 23 puntos; los secretarios de Estado 22 puntos; los
ministros de la Suprema Corte 20 puntos. Gobernadores, senadores y diputados,
pierden 19, 17 y 16 puntos, respectivamente. E incluso los obispos y cardenales
de la Iglesia católica pierden 16 puntos porcentuales.
Se trata de una
crisis generalizada de confianza que obliga a preguntarnos ¿cómo podrá
gobernarse el país luego de que acabe la elección de este año? O, de manera más
precisa, ¿cómo gobernará la mujer o el hombre que asuma las riendas del Poder
Ejecutivo el 1 de diciembre de 2012? No hay respuestas simples para estas
preguntas y menos las hay para preguntas más complejas: ¿cómo restaurar la
confianza en el IFE?, una institución que disfrutaba de un cierto prestigio la
década pasada, o ¿cómo construir confianza en instituciones severamente
cuestionadas desde hace muchos años como la Procuraduría General de la República
o el Congreso de la Unión?
Esta realidad no mejora cuando se consideran
las relaciones interpersonales. Hace un año, la revista Nexos publicó un ensayo
clave para comprender la realidad nacional: “El mexicano ahorita. Retrato de un
liberal salvaje” (http://bit.ly/LiberalSalvaje11) que, entre otras cosas
evidencia cómo 63% de la población está de acuerdo con la afirmación: “en México
cada quien jala por su cuenta” y 61% está de acuerdo con la sentencia: “hago lo
que me beneficie aunque no se beneficie el país”. Y, no en balde, estas
opiniones que dejan ver altos índices de desconfianza y egoísmo, se
correlacionan con la opinión, compartida por 56% de los encuestados por Nexos,
de que “México es un barco a la deriva”.
No es difícil explicarlo. Si
cada quien “vela por su santo”, es obvio que el rumbo será incierto; si se
recrudece el individualismo en lugar de que crezca la solidaridad, México será
la suma de individuos yuxtapuestos.
Vivimos una situación difícil. Se
requieren acciones que nos eduquen para vivir en sociedad, que nos reconcilien y
nos ayuden a superar no sólo problemas específicos, concretos, como la pobreza o
la violencia, sino el problema principal que explica esos y otros problemas,
como es la falta de confianza en nosotros mismos, en las instituciones y en el
país.
Urge que la próxima elección adquiera un enfoque distinto al de la
confrontación y polarización de la sociedad y es un área de oportunidad que,
lejos de encaminarnos a una ruta de encono y conflicto, sirva para construir
nuevos lazos de confianza personal e institucional. El tiempo se nos agota.
manuelggranados@gmail.com
Enlace: http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=642247
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