Martin
Heidegger, en su Carta al humanismo, explica
cómo los antiguos griegos no tenían necesidad de pensar la realidad con alguna
clase de prejuicios, restricciones ni acotaciones, tampoco había la necesidad
de que sus ideas tuvieran una especie de certificación o aval para que fueran
aceptadas. Para Heidegger, era la época más grande porque era el punto
originario del pensar, pues apareció como un servicio para actuar.
Octavio
Paz, en su prólogo a Las enseñanzas de
Don Juan de Carlos Castañeda, en relación a los que tratan de difundir su
pensamiento, dice que más vale ser desconocido que mal conocido, y añade: la
mucha luz es como la mucha sombra, no deja ver, haciendo énfasis en que el afán
de dar a conocer y difundir ideas integra una dinámica de degradación del
pensar, pues se encuentra atado a la aceptación de los destinatarios.
Actualmente,
cuando emitimos alguna idea sobre algo, tenemos que hacer que nuestro lenguaje
tenga elementos técnicos, que se base en argumentaciones “científicas” y que
las instituciones que administran “el saber” lo avalen para que forme parte del
universo de los discursos formalmente aceptados. Aún, los autodenominados libre
pensadores buscan frecuentemente la
aceptación de los disidentes y los rebeldes, esto parece que ya no los puede
hacer tan libres.
Michel
Foucault en su obra La Arqueología del
Saber, nos remite al “orden” que le dan los historiadores al desarrollo del
conocimiento en una continuidad cronológica. Foucault trata de la necesidad de
analizar el saber en la ruptura, la discontinuidad, pues esta manera de
abordaje descubre una serie de elementos y actores que administran el saber
generalmente aceptado, según los intereses del ejercicio del poder.
Hace
falta una nueva imaginación para volver a pensar todo desde menos paradigmas,
sin prejuicios, sin que se dé algo por hecho, y evitar lo que los franceses
suelen decir: “científico” ergo “discutible”.
Heidegger
aboga, en su Carta sobre el humanismo,
por un pensamiento libre, incluso de la lógica, de la gramática… Esta ruptura
del pensamiento con estos títulos no necesariamente se traduce a favor de lo
ilógico. Bajo esta encomienda, también los títulos de “ciencia”, “humanismo”,
“desarrollo”, tal y como los tenemos elaborados pueden ser no necesarios para encaminarnos
a nuevas formas de discusión, un tanto parecidas al punto originario del
pensar. En este sentido, avanzar es regresar al principio.
En
esta invitación de repensar la realidad, considero que necesitamos formas
distintas de entender el “desarrollo”, concepto con el que se agrupan las
distintas iniciativas políticas, estratégicas y programáticas que tienen por
objetivo el desenvolvimiento, la actualización de potencias, el crecimiento y el
combate a la pobreza.
Resulta
complejo apuntar a un modelo teórico vigente del desarrollo, más aún, tenemos
varias teorías que tienen rasgos comunes. Isaac Enríquez Pérez en su obra La construcción social de las teorías del desarrollo, señala
algunos:
a)
la interpretación de la dinámica histórica y estructural del capitalismo.
b)
la comprensión de la organización y gestión del proceso de producción.
c)
La explicación del proceso económico y del proceso de distribución, y el
planteamiento de pautas normativas –preñadas de una ética determinada-
relativas a la redistribución de la riqueza y al mejoramiento de la calidad de
vida de las poblaciones.
d)
El análisis del papel del Estado en la modelación de la sociedad y la función
de las instituciones en el fomento del proceso de desarrollo.
e)
La identificación y el análisis de los actores, agentes y organizaciones que
intervienen en el proceso de desarrollo, así como la interpretación del sentido
de las decisiones y las relaciones de poder que se gestan entre ellos y en la asignación
de los recursos.
f)
La construcción de conceptos y categorías sobre la naturaleza del proceso de
desarrollo a partir de la esfera o ámbito de la realidad social y económica que
son asumidos como prioritarios en la investigación.
Se
suele decir que lo más práctico es tener una buena teoría o un buen plan para
la acción. Considero que podemos asumir una actitud de olvido de lo que hemos
aprendido para emprender nuevas experiencias que logren transformar más
eficazmente la realidad, sin temores ni prejuicios, con la única convicción de
pensar en libertad.
Urge
liberarnos de la plataforma de pensamiento que no ha estado al servicio del
actuar, pues los resultados que se constatan son brechas abismales entre las
mayorías pobres y las élites inmensamente ricas. En todo caso, necesitamos una
nueva imaginación para repensar la forma en la que podamos construir sociedades
más igualitarias, donde existan más oportunidades para todos, y un mundo en el
que la realidad humana no sea una frase vacía sino una realidad tangible.
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