Manuel Gómez Granados.
Excelsior.
Sábado 10 de noviembre de 2012.
Con motivo de los días de muertos, el INEGI publicó, a
finales de octubre de este año, un pequeño estudio de 14 páginas, en el que
presenta algunas estadísticas sobre la manera y las razones por las que los
mexicanos morimos. Lo primero que este instituto destaca es que, en el México
de hoy, existe un fenómeno demográfico llamado “sobre-mortalidad masculina”. Dicho
de otro modo, hombres y mujeres, en términos generales, morimos a tasas similares
en todos los grupos de edad, pero los varones tendemos a morir más rápido que
las mujeres.
Entre los grupos de edad de 0 a 4, de 5 a 9 y de 10 a 14,
las tasas de sobre-mortalidad de los varones son de 121, 119 y 147; es decir,
por cada 100 mujeres que murieron en esos grupos de edad fallecieron 121, 119 y
147 varones. Esos son números relativamente normales para países con grados de
desarrollo similares al nuestro. El problema empieza cuando se cumplen los 15
años. A partir de esa edad hay un marcado incremento en el número de varones
que fallecen, esto es, en la sobre-mortalidad. En el grupo de edad de 15 a 19
años mueren 155 varones por cada 100 mujeres; en el de 20 a 24, son 346 varones
por cada 100 mujeres. En el grupo de 25 a 29 años, se alcanza un pico de 378
varones por cada 100 mujeres. La sobre-mortalidad de varones mexicanos no se
normaliza hasta que observamos los grupos de edad mayores a 55 años.
La razón de este problema se explica más adelante.
Mientras que las mujeres tienden a morir más frecuentemente de enfermedades
como diabetes, isquemias cardiacas, entre otras, los varones tendemos a morir más por
agresiones, es decir, por violencia. Así, en México ocurre que 0.9% de las
mujeres fallecen como resultado de la violencia, mientras que 7% de los varones
fallecemos por agresiones, cerca de ocho veces más que las mujeres por la
violencia.
La causa principal de la muerte de los varones entre 15 y
29 y de 30 a 44 años son las agresiones, con un 32.3% y 22.9% del total en cada
uno de esos grupos. En comparación, las mujeres de 15 a 29 años mueren
mayormente por accidentes de transporte (11.3%), seguida por agresiones con
10.7%. Cuando las mujeres están entre los 30 y los 44 años mueren de diabetes
(9.3%), de cáncer de mama (5.7%) y por accidentes de tráfico (4.9%).
Estas
cifras nos hablan de un país que permite que su elemento más valioso, sus
personas, especialmente quienes están en los años más productivos de sus vidas,
entre los 15 y los 45 años, mueran. Además de las tragedias familiares que
acompañan a cada muerte violenta, esta manera de morir de los jóvenes mexicanos
implica perder lo invertido en su educación, en vacunas y alimentación. Como
decía John Donne: la muerte de
cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto
nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.
Urge atender las causas de las agresiones y la violencia.
No basta hablar de mejorar el desempeño de la familia, las escuelas, iglesias,
empresas, organizaciones civiles y otras instituciones públicas o privadas. Se
necesitan cambios que eliminen los rasgos más machistas, más agresivos de
nuestra manera de convivir. Urge también reconocer que la violencia en México tiene
un componente económico, íntimamente vinculado con la manera como se distribuye
la riqueza que el país genera y las oportunidades para mejorar las condiciones
de vida de las familias. Sin esos cambios, seguiremos siendo testigos de este
sacrificio inútil de lo mejor de nosotros: nuestros jóvenes.
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