Manuel Gómez Granados.
Domingo 18 de noviembre de 2012.
La Crónica de Hoy.
Luego del paso del huracán Sandy por la zona metropolitana de Nueva
York, que incluye porciones de Nueva Jersey al sur y Connecticut al norte,
nuestros vecinos empiezan a hacer cuentas de cuánto tendrán que invertir para
reconstruir. La cuenta, hasta donde iba la semana pasada, era ya de 50 mil
millones de dólares.
La cuenta incluye,
por una parte, lo que se estima indispensable para reconstruir o reparar lo que
existía, pero no incluye lo que tendrán que pagar las personas para reconstruir
sus casas o edificios que no tengan los beneficios de un seguro,
ni lo que tendrán que pagar las aseguradoras.
Tampoco se incluye, en esa cuenta, lo que los gobiernos federal, estatales y de
los condados tendrán que invertir para evitar que algún huracán como Sandy
vuelva a dañar esa región.
Todo esto,
aunque es muy interesante, nos
resulta un tanto ajeno en México. Lo que es más, Nueva York es la ciudad más
próspera del país más próspero del mundo, de modo que ni necesitan ni esperan
ayuda de otros. El problema es que lo que ocurrió en Nueva York este año,
sumado a lo que ocurrió con Ike en 2008; con Katrina, Wilma, Dennis y Rita en
2005; con Jeanne, Iván, Frances y Charley en 2004, y así sucesivamente hasta donde
la memoria reciente nos lo permita, también nos afecta a nosotros en México. Toda
la costa del Golfo y el Caribe sufre ya los efectos del cambio climático.
Los cambios recientes
en Villahermosa, Veracruz, Tampico y otras ciudades costeras, hablan ya de la
necesidad de repensar la manera en que ha crecido la población, además de sus
zonas metropolitanas y, sobre todo, de la necesidad de desarrollar planes de
desarrollo urbano y metropolitano que consideren la variable de los desastres
naturales.
Las ciudades del
Golfo y el Caribe mexicanos deben prepararse mejor para lo que ya parece
inevitable: temporadas de lluvias más erráticas, eventos como lluvias,
huracanes o súper-tormentas que arrojen mayores cantidades de agua a las que estábamos
acostumbrados en los últimos 100 años, así como mayores expectativas de ayuda
de parte de las crecientes poblaciones afectadas por este tipo de situaciones.
La falta de
prevención ante desastres naturales en México es grave, porque los municipios
no sólo no han logrado fortalecer sus finanzas públicas. Todo lo contrario. Ya
existen comunas como Acapulco, Guerrero, que han debido declararse en algo
parecido a una quiebra (http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=706474),
para no hablar de los lugares comunes de los estados, como Coahuila y Chiapas
que enfrentan severos problemas de deuda que, en estricto sentido, dependen
casi en su totalidad de los recursos que el gobierno federal les hace llegar
por medio de las participaciones federales.
En términos geográficos,
la situación es más grave en Villahermosa que, por ejemplo, todavía ahora,
cinco años después, no se recupera del todo de las inundaciones que padeció en
2007, por causa del huracán Noel. Eso sin olvidar la deforestación a que han
sido sometidas las cuencas del río Grijalva, así como la urbanización —francamente
salvaje e irresponsable— que se consintió en Villahermosa y otros municipios
cercanos a las cuencas petroleras de Tabasco y Veracruz.
Las excusas que se
dan para tolerar estas situaciones son muchas. Casi todas tienen como origen la
debilidad fiscal de los municipios, que dependen casi por completo de los
gobiernos federal y estatal. Esa dependencia es más marcada al enfrentar
fenómenos naturales como los terremotos o los huracanes. De los poco más de
2500 municipios que existen en México, sólo están disponibles en línea, en el
sitio www.atlasnacionalderiesgos.gob.mx, los
atlas de riesgo de catorce entidades de la República. Existen más, pero no
todos están disponibles en línea, pocos se actualizan constantemente y en muy
pocos casos estos atlas se usan como documentos rectores para autorizar o no
asentamientos humanos o nuevos usos de recursos naturales como ríos o bosques.
Es cierto, no podemos
evitar los terremotos o los huracanes. El paso de Sandy por Nueva York es un
ejemplo. Lo que necesitamos es aprender cómo Nueva York, luego de la
devastación de Sandy, se prepara para los huracanes del futuro. Y ver qué
podemos y debemos hacer en México.
Enlace: http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=707862
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