Manuel Gómez Granados.
Domingo 10 de febrero de 2013.
La Crónica de Hoy.
El 6 de
octubre de 2011, el anterior gobierno federal puso en marcha el programa
Guerrero Seguro (http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=609832).
Como ocurrió con programas similares en Chihuahua y Veracruz, el gobierno
federal afirmó que con ese operativo, la violencia y criminalidad en ese estado
disminuirían (http://www.quadratinmexico.com/calderon-guerrero-seguro-disminuye-violencia-nacional-noticias-mexico-quadratin-df/).
Los tres
principales destinos turísticos del estado (Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo y
Taxco) acusaban caídas constantes en la ocupación hotelera. Sólo los puentes
largos daban algún respiro a los hoteleros, restauranteros y otros prestadores
de servicios doblemente acosados. Por una parte, por la baja en la ocupación y,
por la otra, por las exigencias cada vez mayores de la delincuencia organizada.
Pocos días
después de iniciado, el 26 de octubre de 2011, los principales funcionarios de
aquel gobierno federal y el actual gobernador del estado, Ángel Aguirre Rivero,
hablaban de una baja en los índices de violencia y criminalidad y hablaban de
la inminente recuperación de la principal industria guerrerense, el turismo. Incluso,
en Acapulco, Felipe Calderón dijo ese día a los guerrerenses que “no estaban
solos”, que su gobierno estaba con ellos, que “su problema, es nuestro
problema” (http://www.elarsenal.net/2011/10/26/no-estan-solos-su-problema-es-nuestro-problema-calderon/).
Como suele
ser el caso en situaciones así, la esperanza se inflama y hombres y mujeres de
buena voluntad, que a pesar
de todo abundan en Guerrero—, se
congratularon por la decisión que mostraban los gobernantes estatales y
federales.
Sin embargo,
la esperanza tiene problemas de nutrición; vive poco, muere con relativa
facilidad. Diarios locales de Guerrero como Libertad (http://www.libertadguerrero.net/2011/10/suman-11-los-ejecutados-tras-la-visita.html#.URL23x1cKLc)
daban cuenta, apenas el día siguiente a la visita de Calderón a Acapulco, de cómo
18 personas habían sido ejecutadas en un día.
Calderón partió
de una premisa falsa: si había violencia era por falta de presencia policíaco-militar.
Pero no es así; si algo ha caracterizado a Guerrero en los últimos 50 años, es
la constante presencia de fuerzas federales y estatales de seguridad. Desde los
años 1960, la Secretaría de la Defensa Nacional mantiene una presencia
constante para atajar las actividades de grupos guerrilleros. Y los contuvo,
pero lamentablemente ello no hizo de Guerrero
un estado más seguro. Ocurrió lo contrario. Por eso, distintas voces piden
mayor inteligencia, estrategia y elementos mejor capacitados.
Y si de
Calderón alguien pudiera decir que no estaba obligado a conocer esos detalles
de la historia de Guerrero, resulta absurdo pensar que Ángel Aguirre, uno de
los pocos mexicanos que ha sido reelegido para el cargo de gobernador, no estuviera
al tanto de esa realidad. Él mismo se convirtió en gobernador la primera vez,
allá a finales de los años 1990, como resultado de la incapacidad del gobierno
de Rubén Figueroa para impedir y esclarecer la matanza de Aguas Blancas.
Si algo es
constante en la historia de Guerrero es la violencia y la pobreza. Las dos van
de la mano, una nutre a la otra y viceversa, de modo que aunque Acapulco,
Ixtapa-Zihuatanejo y Taxco han sido en distintos momentos grandes polos de
desarrollo, la riqueza generada se ha ido de la misma manera que llegó, pero a
unas cuantas manos.
Tampoco es
que haya faltado conciencia política. Los guerrerenses, de una u otra manera,
han votado por diferentes partidos políticos. Acapulco ha sido gobernado en los
últimos 20 años tanto por el PRD, como por el PRI y ahora por el Movimiento
Ciudadano. Otros municipios del estado también han sido gobernados por el PAN,
de modo que no se puede decir que la ciudadanía no apueste por nuevas
soluciones. Sin embargo, eso no basta.
Tampoco basta
la indignación que va de Madrid a la Ciudad de México por la violación de seis de turistas españolas. Caso grave por
el hecho en sí y porque puede afectar fuertemente el turismo internacional (la
agencia AFP dice que Acapulco es la ciudad más violenta de México). Debemos
reconocer que el único remedio para la violencia estructural, sistemática, que
ahoga a Guerrero y que operativos como Guerrero Seguro no logran resolver, es la
urgencia de desarrollo armónico, equilibrado y sustentable no sólo de la Costera de Acapulco o la zona platera
de Taxco. No es gratuito que al mismo tiempo que ocurrió esta violación,
comunidades enteras expresen su hartazgo al integrar policías civiles y retenes
ciudadanos, que sólo reflejan la desconfianza en las instituciones, incluido el
Ejército y la Marina.
Hay un
elemento adicional que no debe perderse de vista: Acapulco y otros municipios de Guerrero viven la peor crisis fiscal de la historia del
país. Pensar que no habrá implicaciones de esta virtual quiebra de las haciendas
municipales para los índices de violencia y marginación es, por decir lo menos,
un acto de ingenuidad.
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