Manuel Gómez Granados.
La Crónica de Hoy.
Domingo 31 de marzo de 2013.
Uno de
los refranes que mejor describen la situación que se vive en materia financiera
a escala global dice: el humano es el único animal que tropieza dos veces con
la misma piedra.
Y es que
cualquiera hubiera pensado que lo ocurrido en Grecia, Italia, Portugal, España
e Irlanda era suficiente para que los sistemas financieros de Europa reconocieran
que era necesario establecer mecanismos de vigilancia para impedir el desastre
financiero en la pequeña isla europea de Chipre. No fue así. Hace 40 años
cualquiera hubiera pensado que no tendría sentido ocuparse de Chipre. Tiene
sólo un millón 100 mil habitantes, menos que la población de Aguascalientes,
pero con el doble del territorio.
Chipre es
un claro ejemplo de que la especulación ha sustituido al trabajo productivo. Forma
parte de la eurozona y es el paraíso fiscal preferido por oligarcas rusos y
árabes. Ellos y billonarios de otras regiones, utilizan a esa isla como parte
de esquemas de evasión fiscal que integran un peculiar circuito en el que
grandes empresas e individuos han logrado colocar entre 20 mil y hasta 31 mil
billones de dólares para no pagar impuestos.
Las
razones que llevaron a la crisis chipriota son las mismas que reventaron a las
economías de Estados Unidos y la Unión Europea en los últimos años. Es
resultado de diseños de política fiscal y monetaria que olvidan las necesidades
de las personas que trabajan para ganarse el pan y apuestan a modelos que
teóricamente tendrían que transparentar el flujo de capitales pero que, en realidad
logran lo contrario. Esos diseños fiscales y monetarios hicieron posible, por
ejemplo, que el sector financiero de Chipre creciera hasta ser siete veces
mayor al resto de su economía.
Como
otras quimeras creadas en la era de la globalización financiera, el modelo
chipriota era inviable. Ahora, Europa deberá destinar 12 mil millones de
dólares para rescatar a un paraíso fiscal. El acuerdo establece que perderán
más quienes tengan cuentas con depósitos mayores a 130 mil dólares. Los
estimados conservadores sobre los costos del rescate hablan de la quinta parte
de esas cuentas. Y no acabará ahí. Los efectos inmediatos ya los sufren los
dueños y empleados de pequeños y medianos negocios.
¿Era
necesario llegar a este punto? No. Muchos advirtieron que la crisis no se
limitaría a países como España o Italia. En el caso de Chipre, además, su relación
cercana con Grecia hacía inevitable el contagio, que ya se presentó y ahora
amenaza con golpear a toda Europa.
Esta
situación, lo mismo que otras crisis recientes, hubiera podido evitarse si se
atendieran los llamados reiterados a imponer algún tipo de control a los flujos
de capitales. Incluso el Fondo Monetario Internacional ya cambió su posición al
respecto y ha reincorporado a sus recomendaciones de política pública los
controles a los capitales. Sin embargo, la clave está en que no tiene sentido imaginar
el funcionamiento eficaz de economías que no tengan contacto con la vida real
de las personas.
Las
crisis en puerta no acaban en Chipre. Ya sacaron turno tanto la Venezuela
post-Chávez como la Argentina de la señora Cristina Fernández de Kirchner. En
Caracas, Nicolás Maduro, como Chávez antes de morir, elude el expediente de
devaluar el bolívar porque “gobierno que devalúa se devalúa a sí mismo”.
Venezuela quema millones de barriles de petróleo al día para mantener la
ficción de un tipo de cambio oficial, tan artificial como irreal. Faltan
semanas para reemplazar a Chávez y nadie sabe cuánto gastarán sus herederos
para evitar la devaluación.
Más al
sur las cosas no están mejor. La elección del Papa Francisco hizo que en
Argentina olvidaran sus penurias económicas, pero una vez pasada la euforia papal
y el descanso de los Días Santos, doña Cristina tendrá que confrontar la realidad:
el control de cambios impuesto hace un año fracasó. Hay, según a dónde vaya uno
en Buenos Aires, hasta seis distintas cotizaciones del peso argentino frente al
dólar, la oficial que ronda los 3.40 pesos por dólar y otras que llegan a ser
de hasta 7 pesos por cada dólar. Obviamente, las presiones en los mercados
cambiarios informales, los “arbolitos”, recuerdan las que vivió Argentina
cuando se impuso “el corralito”. Nadie acierta a formular un pronóstico claro
sobre el futuro de la economía argentina.
Si en
Europa fracasó el liberalismo a ultranza, en América Latina han fracasado los
modelos que apuestan a que los políticos conduzcan y manipulen la economía para
su beneficio personal, ¿ahora sí aprenderemos?
Enlace: http://www.cronica.com.mx/notas/2013/741316.html
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