La Crónica de Hoy.
Domingo 09 de junio de 2013.
Manuel Gómez Granados.
Junio atestiguó lo que algunos insisten en
llamar el relanzamiento de la relación entre México y China. Fue así porque el
presidente de la República Popular realizó una visita de Estado que dio pie a
toda la pompa y circunstancia que suele acompañar estas actividades: la
ceremonia en el Campo Marte, con los cadetes y otros cuerpos de las Fuerzas
Armadas ataviadas como corresponde a la situación. Las cenas, las
declaraciones, los cientos de fotos que ahora tienen un mayor impacto gracias a
Internet y las redes sociales.
Sin embargo, este relanzamiento que, por
cierto, ocurrió justamente el cuatro de junio, aniversario de la represión de
la plaza de Tiananmén, encierra una serie de peligros que conviene considerar.
Sin importar qué tan difícil nos pueda parecer aceptarlo, hay una diferencia
fundamental entre los gobiernos de México y China.
Nosotros, con muchas dificultades, dudas y
problemas, hemos dado vida a una democracia. No es perfecta, pero funciona. Han
ocurrido alternancias en los gobiernos federal y de casi la mitad de los
gobiernos estatales. Esa democracia, no es sólo electoral. Ha tenido un
componente de promoción del respeto a los derechos humanos que sólo podría
negarse desde la mala fe o la profunda ignorancia del trabajo que han hecho
tanto las comisiones nacional y de los estados de los derechos humanos, como
una multitud de organismos como el Pro, el FrayBa, entre otros muchos. La
última vez que México padeció algo parecido a Tinanmén ocurrió en 1971, cuando
el Halconazo. En México, usamos libremente internet. Los medios de comunicación
son plurales. Algunos —los menos— parece que actúan por consigna, pero, en
general, casi todas las voces tienen alguna manera de expresarse.
En China nada de lo anterior es posible. No
sólo es el recuerdo de las protestas de 1989 en Tiananmén. Es la realidad
cotidiana de cientos de miles de personas que son obligadas a abandonar las
tierras que han labrado sus familias durante siglos, si no es que milenios. Es
el hecho de que no hay disidencia. Es el hecho que no hay partidos políticos
que efectivamente disputen el poder al viejo partido Comunista de Mao Dzedong.
Internet está vigilada por funcionarios de gobierno y sujeta a censura. No
existen los sindicatos como los conocemos en Occidente y tampoco existen mecanismos
eficaces de defensa de los derechos humanos, por ejemplo, en las cortes
internacionales, pues China desconoce la competencia de esas cortes.
China está presente como inversionista en todo
el mundo. Los préstamos que ofrece son muy generosos. En Costa Rica, por
ejemplo, estuvieron acompañados de la donación de un estadio de futbol. En
Groenlandia, una provincia de Dinamarca, en la que recién se han descubierto
grandes yacimientos de gas, construye ferrocarriles e identifica los lugares en
que se perforarán pozos. En México también hubo regalos.
Pero —como casi todo en la vida— la
generosidad china no es gratuita. En Argentina, por ejemplo, la agresiva
política de compras de tierras para producir soya y nada más que soya para el
mercado chino, forzaron al gobierno argentino a prohibir la compra de tierras.
China volteó su vista al norte, a Paraguay y Bolivia. En Santa Cruz, Bolivia,
la más fértil provincia de ese país, el consulado chino es del tamaño de la
embajada de EU en México. Y Evo Morales le ha apostado todo a la relación con
China. Expulsó a la agencia de desarrollo de Estados Unidos y entregará
concesiones a Beijing para explotar minerales.
Muchos en México se deslumbran con el éxito
económico chino y ciertamente es admirable,
pero pierden de vista los costos que China ha pagado; como el suicidio.
China tiene la mayor tasa de suicidios en la población de 15 a 34 años en el
mundo. O el hecho que si se habló tanto la semana pasada de “relanzar” la
relación es porque China se ofendió porque México permitió que el Dalái Lama
nos visitara como hacen todos los años muchos otros dirigentes religiosos.
¿Qué se nos impondrá como consecuencia del
“relanzamiento” de la relación con China? ¿Condiciones todavía más abusivas
para los trabajadores mexicanos que aumenten la tasa de suicidios en México?
¿Salarios similares a los que se pagan en China? ¿Habremos de pedir permiso a
Beijing para que autorice las visitas del Dalái Lama? Y si lo hace con el Dalái
Lama, ¿a quién más nos prohibirá invitar? ¿Compra de tierras para compensar las
que perdieron en Argentina? ¿Se resucitará, sin importar los costos económicos
o ecológicos, el proyecto de Dragon Mart en Cancún?
Enlace: http://www.cronica.com.mx/notas/2013/759647.html
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