Manuel Gómez Granados
Mañana, el Zócalo será
escenario de una nueva movilización de la llamada “izquierda social”, es decir,
del movimiento de Andrés Manuel López Obrador, que ha tomado como bandera oponerse
a todo lo que diga Enrique Peña Nieto. El actual gobierno de México, como
cualquier otro anterior y como cualquier gobierno de otros países, es un
gobierno de claroscuros. No es perfecto, pero tampoco se le puede considerar,
como lo hace López Obrador, sus aliados y algunos de sus adversarios, la suma
de todos los males.
Esto es muy claro en el caso de
la reforma petrolera. Nos urge una reforma petrolera. No nos urge porque
alguien vaya a robarnos el petróleo, sino porque en los últimos años hemos
vivido una revolución silenciosa en los mercados internacionales de los
hidrocarburos que colocan a Pemex y al gobierno en una situación muy riesgosa.
En los últimos nueve años, por
ejemplo, Estados Unidos ha reducido su consumo de petróleo, pues todos los
vehículos que se venden allá desde 2005 deben usar combinaciones de 85 por
ciento de gasolina con 15 por ciento de etanol. Es una decisión absurda, pues
ha elevado innecesariamente los precios de maíz y la caña de azúcar, pero ha
sido muy eficaz para reducir el consumo de petróleo. Obviamente, cambió el
patrón de consumo y producción. EU pasó
de producir un poco más de lo que nosotros producimos (millón y medio de
barriles de crudo al día) y ser un importador neto de crudo, a duplicar la
producción de petróleo y ser un exportador neto de crudo y derivados del
petróleo.
A los tres millones de barriles
de petróleo que EU produce al día, es necesario agregar lo que produce Canadá y
que ha dado forma a la más compleja red de distribución y refinación de
petróleo en el mundo. Es una red que inicia en las heladas praderas y sierras
de Canadá y Alaska y, como lo haría un gigantesco embudo, lleva el petróleo a
las costas del Golfo de México, donde está el grueso de las refinerías y
puertos de embarque de derivados del petróleo de EU y otro tanto a California.
Además del aumento de la producción de crudo, EU ha aumentado de manera notable
su capacidad de refinación en el Golfo, en California e incluso en Maine, al
norte de la costa del Atlántico. Las refinerías de California, que producen las
mejores gasolinas para cumplir con las estrictas leyes ambientales de ese
estado, y las de Alaska, han aumentado su producción en los últimos cinco años
126 por ciento. Las del Golfo de México 187 por ciento.
Que el señor López Obrador se
reúna con sus seguidores es bueno. Es prueba de que somos un país en el que se
puede expresar libremente el disenso y las exigencias de justicia social. El
riesgo es que los legisladores del Congreso pierdan de vista el bosque de los cambios
necesarios en el nuevo contexto global por atender el árbol de la prédica de
López Obrador.
López Obrador tiene razón en
que se debe combatir la corrupción, pues Pemex sostiene un sindicato tan
irresponsable como el de maestros; pero también debemos reconocer que el
problema de Pemex no es sólo el sindicato. Están los abusivos contratistas y
subcontratistas. Se han reducido y desmantelado cuadros técnicos para contratar
servicios de empresas privadas con proyectos caros, es necesario renovar tecnología
e infraestructura. No podemos explorar o explotar aguas profundas y tampoco
podemos refinar el petróleo de arena. Pemex paga impuestos que ninguna otra
empresa paga, etc. Urge reformar Pemex ya, de manera racional y razonable.
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