Como quiera que un amplio
porcentaje de las enfermedades que nos afectan son causadas por microorganismos
patógenos los seres humanos llevamos ya mucho tiempo utilizando con éxito
antibióticos derivados de los hongos, especialmente del género penicillium. La
famosa penicilina, por ejemplo, es producida por el hongo penicillium chrysogenum,
un moho ambiental. Pues bien los centros de investigación micológica están
confirmando en los últimos años que son muchas las setas –incluidas las
comestibles- que poseen no ya propiedades antibióticas –que también– si no
inmunomoduladoras , antiinflamatorias, anticoagulantes y antitumorales. Les hablamos
de ellas y sus propiedades.
Paul Stamets, conocido micólogo
norteamaricano que identificó cuatro nuevas especies y ha publicado seis libros
e infinidad de artículos sobre el consumo de setas, es además uno de los
fundadores de la asociación que agrupa a los bioneers (que podemos traducir
como biólogos pioneros), grupo multidisciplinar de defensores de la naturaleza
que sustentan que el conjunto de la vida biológica es inteligente y que el ser
humano es sólo una ínfima parte de ésta. Stamets sostiene además que los hongos
tienen suficiente poder como para remediar gran parte de los daños que los
humanos hemos causado al medio natural y que todavía son de carácter
reversible, afirmaciones que basa en varias experiencias de descontaminación de
suelos y aguas viciadas por compuestos químicos tóxicos mediante el uso de
hogos que en poco tiempo son capaces de absorber las sustancias dañinas y
disminuir apreciablemente la contaminación.
Y es que un micelio -la masa de
filamentos que unidos constituyen el cuerpo vegetativo de un solo hongo- puede
llegar a ser gigantesco. De hecho se encontró uno de ¡nueve kílómetros
cuadrados! Por eso los hongos actúan como auténticos recicladores de la materia
orgánica del planeta. Es más, hoy se sabe que la simbiosis entre los hongos (mycos)
y las raíces (rhizos) de las plantas -por eso a esa simbiosis se le denomina micorriza-
es ya tal que los expertos empiezan a preguntarse si las plantas podrían
sobrevivir sin la ayuda de los hongos.
HONGOS INTELIGENTES Y TERAPEUTAS
Para Stamets la “inteligencia
fungal” se evidencia también en el carácter terapéutico de muchas especies de
setas . Porque es evidente que así como algunas especies de hongos tienen el
poder de matar a un ser humano otras tienen la capacidad de curarle. Algo
razonable porque buena parte de las enfermedades que padecemos los humanos las
causan microorganismos -desde protozoos hasta bacterias, virus o priones- y los
hongos producen precisamente toda una serie de enzimas para protegerse de los
que les atacan, enzimas que son las que usamos luego en los fármacos.
A pesar de lo cual hasta hace
muy poco tiempo los hongos gozaban de muy mala reputación en occidente. Claro
que en la Edad media el cornezuelo del centeno diezmó la población europea y
hacia 1850 el tizón de la patata causó años de hambre en Irlanda. En cambio en
oriente los hongos son muy apreciados y
se utilizan desde hace milenios para tratar muy distintas enfermedades.
Afortunadamente en Occidente
los ha recuperado y muchos centros de investigación micológica se dedican hoy a
rescatar el conocimiento popular de sus propiedades terapéuticas para
poder confirmarlas mediante estudios.
Además se investigan nuevas especies y variedades no ya por su conocido poder
antibiótico –que también – si no por sus propiedades antitumorales,
inmunomoduladoras, antiflamatorias y anticoagulantes.
Lo singular es que en realidad
también nuestros antepasados utilizaron las setas con fines medicinales. Al
menos desde hace 5.300 años tal como demuestra el cadáver congelado del que sería
bautizado como Hombre de Ötzi u Hombre de hielo y que murió por esa época en
los Alpes pues cuando se encontró llevaba consigo trozos de piptoporus betulinus y fomitopsis officinalis. Es
posible pues que ya aquellos tiempos se supiese que ambos hongos, una vez secos,
son muy inflamables y por eso aquel hombre los llevaba para usarlos como yesca
para encender fuego… pero también es posible que conociese sus propiedades
antiflamatorias (ácidos poliporénicos), antibióticas (piptamina), antivirales y
antitumorales (en el caso del primero de ellos). En cuanto al fomitopsis se
haría famoso en la época de DIOSCÓRIDES
(40-90 d.c) – le llamaban Agarikón- siendo muy utilizado en estados de
debilidad provocado por infecciones. Hoy se sabe que además de potenciar el
sistema inmune tiene propiedades antiinflamatorias.
Con respecto a Oriente se
piensa que las setas medicinales ya se
utilizaban en China hace unos 4.000 años si bien no se mencionan de forma
explícita hasta el tratado de Fitoterapia shen noug escrito hacia el 200 a.c. En
él se describen las propiedades medicinales de muchas setas, entre ellas la
conocida Reishi. Ya en el siglo xi los chinos dominaban las técnicas de cultivo
en troncos mediante inoculación de las hifas (filamentos de los hongos) y el
crecimiento selectivo de muchas especies de setas medicinales.
Agregaremos que en realidad más
que del mundo de las setas medicinales
deberíamos hablar del universo de los hongos pues se estima que el número de especies en el planeta está entre 250.000
y 3.000.000 (depende de si incluimos o no hongos microscópicos como los mohos y
levaduras). Sin embargo solo hay estudiadas unas 25.000 especies. De hecho hace
poco se descubrió la primera ¡seta acuática!: La psathyrella aquatica. Apareció
en el fondo de un arroyo en el estado de Oregón (EE.UU). Respecto a las
especies con usos medicinales conocidos se han identificado casi mil pero las
utilizadas habitualmente no llegan al centenar.
¿POR QUÉ ALGUNOS HONGOS PUEDEN
CURAR?
Los paleontólogos apuntan que
los hongos comenzaron a poblar la tierra, junto
a las plantas, en el siluriano; es decir hace unos 450 millones de años.
Sin embargo demostraron rápidamente ser superiores al resto de las plantas
llegando a desarrollarse hongos hasta de 8 metros de altura y un metro de diámetro
cuando ninguna de las plantas superaba el medio metro de alto. Son pues
pobladores muy antiguos en nuestro planeta y han sobrevivido hasta hoy lo que
significa que sus estrategias para seguir
vivos han sido tan buenas que les han permitido superar todo tipo de avatares durante millones de años de historia
geológica (algo que no puede decirse de los dinosaurios).
A fin de cuentas vivir es una
lucha cotidiana y cada ser viviente debe enfrentarse diariamente a muchos
enemigos. Por eso la evolución dota a cada ser vivo de armas de defensa. Y los
hongos al igual que las plantas, han desarrollado potentes defensas químicas, complejas
moléculas activas que alojan en su interior y en sus membranas externas y les protegen del ataque de bacterias, virus,
microbios e insectos (y de otros hongos). Las mismas sustancias que hoy
aprovechamos nosotros para hacer medicamentos y defendernos porque a fin de
cuentas compartimos con los hongos el 30% de nuestros genes.
Ahora bien, no debemos olvidar
que no somos sólo química: también somos energía. Y las setas poseen un
importante componente energético. De hecho son ante todo las recicladoras de la
vida pues utilizan la materia muerta e
inerte para para integrarla en sus propios tejidos; es decir, de alguna forma
devuelven a la vida lo que está muerto. Y esa capacidad de transformar energía
potencial en energía dinámica es posiblemente lo que subyace en la capacidad
curativa de las setas. Por eso algunas de ellas –como el cordyceps- se utilizan
desde hace siglos en china para recuperar enfermos convalecientes y como
antídoto contra la vejez y la senilidad.
En cuanto a la bioquímica la investigación
moderna ha constatado que es buena medida la sinergia de los polisacáridos que
contienen –en especial diversos betaglucanos – con otras sustancias lo que hace
que los hongos tengan propiedades antitumorales y potencien el sistema inmunitario.
De hecho, como luego explicaremos, todas las setas reseñadas en este artículo
tienen sustancias específicas beneficiosas para la salud. Desde la
lovastatina de los pleurotus para disminuir el llamado colesterol malo hasta el
NGF del Hericium que actúa potenciando la regeneración de las neuronas y de la
mielina.
Sin olvidar, por supuesto, que las setas son ricas en proteínas y muchas
contienen la mayor parte de los aminoácidos esenciales, además de vitaminas del
grupo B, minerales -como el zinc, el cobre, el silenio y el vanadio-, enzimas
proteolíticas- algunas de ellas con acción fibronolítica-, triterpenos,
fenoles, compuestos aromáticos y otras sustancias, algunas de acción aún
desconocida.
LOS “CUATRO MAGNIFICOS”
Con esta mención tan
cinematográfica suelen los expertos referirse a las cuatro setas más conocidas
universalmente que, por eso precisamente, son las más frecuentes en las
estanterías de herbolarios y tiendas de dietética. Veámoslas:
·
El Shiitake
(lentinus edodes). Se trata
del hongo más estudiado y más
popular terapéuticamente. Contiene un
poderoso polisacárido –el lentinano- que
actúa como regulador del sistema inmune y potente antitumoral. Es el hongo
medicinal más cultivado del mundo siendo su principal productor y exportador china.
·
El Reishi
(Ganoderma lucidum). El “rey” de las setas medicinales se produce en
menor cantidad que el shiitake pero es
el hongo oriental universalmente más reconocido. Potencia el sistema inmune e
inhibe el crecimiento tumoral. Destacan también sus propiedades
hepatoprotectoras ya que favorece la renovación de las células del hígado.
Además es adaptógeno, antihistamínico, analgésico y anticolesterolemiante.
·
El Maitake (Grifola frondosa). Completa la
treilogia de los orientales más famosos.
Sus propiedades son casi las
mismas que de los otros dos. Respecto a sus propiedades antitumorales cabe
resaltar que en pruebas de laboratorio se ha comprobado que inhibe el
desarrollo de sarcomas en el 98% de los ratones infectados.
·
El Champiñón del sol (Aagaricus blazei Murrill).
Encontrado por primera vez en las montañas del sur de Brasil sus virtudes
curativas fueron estudiadas por micólogos japoneses a finales del siglo pasado
encontrado que es más rico en betaglucanos que los tres anteriores. En japonés
se le denomina Himematsutake (Seta príncipesca).
LAS OTRAS SETAS MEDICINALES MÁS POPULARES
Aunque en la tabla adjunta se
resumen las propiedades terapéuticas más significativas de las doce setas
medicinales más conocidas (incluyendo las cuatro anteriores) conviene complementar
esa información con algunos datos. Y vamos a empezar con una seta muy conocida
por sibaritas y gastrónomos: el Boletus edulis. Muy abundante y frecuente en
los pinares, robledales y castañares del norte de España es útil saber que se
trata del alimento más rico en selenio biodisponible que se conoce, elemento
químico de conocidas propiedades antitumorales y antioxidantes. Algunos
estudiosos sustentan que contiene sustancias antimutagénicas así como
polisacáridos antiinflamatorios, antivirales y protectores de los vasos
sanguíneos.
Otro hongo destacable es el
Cordyceps sinensis, tan interesante como singular ya que la mayor parte de su
ciclo vital se desarrolla dentro de un insecto (en especial las larvas de orugas
que luego se metamorfosean en polillas). El hongo que infecta la larva se va desarrollando
durante todo el invierno en el interior de la misma hasta que al llegar la primavera
brota del cuerpo momificado de la larva muerta como una larga seta para generar
las esporas que se dispersarán en el entorno y repetir el ciclo. Esta especie
es abundante en las zonas altas de pastoreo de Nepal y del Tíbet, a más de
4.000 metros de altitud. Hace miles de años los pastores de veranada notaban un
fuerte incremento de la vitalidad de cabras y ovejas que pastaban en las zonas
con Cordyceps y comenzaron a consumirlo, en especial para contrarrestar los
efectos de la falta de oxígeno a grandes alturas. Durante muchos años esta seta
se reservaba en China para el consumo exclusivo del emperador y se consideraba
un tónico más poderoso que el Ginseng. Hace unos veinte años se consiguió cultivarlo
sobre un sustrato rico en proteínas lo que permite su producción masiva. Contiene
importantes cantidades del nucleótido adenosina que actúa a nivel mitocondrial potenciando
el ciclo del ATP lo que se traduce en un aumento notable de la capacidad metabólica.
Esta acción redunda en beneficio de ancianos, pacientes con astenia o personas
que se encuentran en una larga convalecencia y, en general, de todas aquellas personas
que deban someterse a intensos y prolongados esfuerzos (deportistas, pilotos, etc.).
Por todo ello se recomienda consumir Cordyceps a personas con anemias, fatiga crónica,
debilidad cardiaca, EPOC, insuficiencia respiratoria, arritmias, etc. Y por sus
propiedades reconstituyentes se aconseja usarlo asimismo en casos de depresión,
falta de libido, impotencia e, incluso, para tratar la infertilidad.
El Auricularia aurícula-judae es por su parte un
hongo gelatinoso y dulce sabor que tiene la propiedad de absorber el cobre de
los suelos resultando un potente antiséptico (activa los leucocitos),
antioxidante (activa la Superóxido Dismutasa o SOD) y anticoagulante-antitrombótico
(disminuye la agregación plaquetaria). También disminuye el colesterol al potenciar
la función biliar y aumentar la absorción de lípidos a nivel intestinal.
Recientemente se han descrito incluso propiedades protectoras de las células
beta pancreáticas (personas con diabetes insulinodependientes)- Otra seta gelatinosa es
la Orejita blanca o Tremella fuciformis. Cultivada en China desde hace casi
4.000 años forma un manojo de hojas muy delgadas y casi traslúcidas estando considerada
un manjar en Japón. De efecto broncodilatador mejora las afecciones de las vías
respiratorias calmando la tos y suavizando los ataques de asma. Como en el caso
de la anterior hay evidencias de que algún componente de esta seta puede
reparar las células beta dañadas del páncreas estimulando la producción de
insulina, algo fundamental para los enfermos de diabetes 1. En Oriente se
utiliza además con fines cosméticos pues se piensa que mejora y rejuvenece el
cutis. Su pariente próximo, la Tremellamesenterica es muy utilizada también
para afecciones de las vías respiratorias pero además actúa controlando el
equilibrio entre los estrógenos y los andrógenos; interesante pues para casos
de acné, hirsutismo, falta de libido, etc. Poco conocida -pero no menos efectiva-
es la acción neuronal de la melena de león (Hericium erinaceus) que potencia la
síntesis del NGF (factor de crecimiento neuronal) con mejora de la memoria, la
sensibilidad de neuropatías periféricas (diabetes) y el retraso en la degeneración
retiniana. Su uso es recomendable en casos de alzheimer, senilidad, depresión,
insomnio, esclerosis múltiple y ansiedad. En Japón se le llama Yamabushitake y se
utiliza por su efecto protector de las mucosas del sistema digestivo al ejercer
una función reparadora de los epitelios. Por eso se recomienda en casos de
úlceras, gastritis, hernia de hiato, enfermedad de Cröhn e inflamaciones
intestinales. Queda mencionar el Coriolus versicolor -Kawaratake en japonés-,
también denominada Trametes versicolor o Seta Cola de Pavo. Es una de las setas
de uso terapéutico más antiguo en China y por eso mismo más estudiadas. Posee
efectos antitumorales y el extracto de su principio activo -la cresina o PSK-
sigue utilizándose en Japón y muchos otros países a pesar de estar
desaconsejado por la FDA norteamericana. Hay evidencias de su acción
hematopoyética, especialmente en la estimulación leucocitaria. Antifúngica se
ha observado especialmente su eficacia en la candidiasis.
PLEUROTUS
OSTREATUS
Las Setas de
Cardo. De las que Pleurotus ostreatus y Pleurotus eringii son quizás las más comunes.
Ambas tienen cualidades reparadoras y reforzadoras de los vasos sanguíneos y
ejercen una acción relajante sobre músculos y tendones. La primera además
-conocida también como Seta de ostra es rica en loviastatina y, por tanto, recomendable
para las personas con colesterol alto.
Juan Carlos Mirre
Juan Carlos Mirre
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