Manuel Gómez Granados.
Hace unos días, la Comisión Económica Para América
Latina dio a conocer su Panorama Social 2013, la más reciente edición de un
documento que ha pasado de sólo acopiar estadísticas de los países de la región,
a ofrecer soluciones para nuestros problemas.
La estadística más importante para el Panorama
Social 2013 es la pobreza en América Latina. El documento, disponible en http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/9/51769/P51769.xml&xsl=/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xslt), nos dice que aunque la pobreza afecta ahora a 164
millones, un menor número de personas que hace 10 diez años, cuando golpeaba a
225 millones, hay un núcleo duro de pobreza extrema, de miseria. Este núcleo incluye
a 68 millones de personas que no encuentran salida a sus problemas. De esos 68
millones de personas en pobreza extrema, México tiene el dudoso mérito de
contar con 11 millones, casi 19 por ciento del total de toda la región y el
diez por ciento del total de nuestra población. Además, hay en México un
contingente de 52 millones de personas que padece algún tipo de pobreza, que
podrían caer en pobreza extrema con relativa facilidad dada la fragilidad de su
condición.
En el fondo del problema que padecemos en América
Latina y en México están los programas que se han aplicado en los últimos años.
Esos programas efectivamente atacaron los efectos más obvios y perniciosos de
la pobreza, pero no han logrado atacar las causas. Una de esas causas, como lo
señala la Cepal, es la mala calidad de los servicios médicos a los que tienen
acceso los más pobres, especialmente quienes viven en las zonas rurales. Esto
ha sido dolorosamente obvio en México en fechas recientes, con los casos de
partos de mujeres indígenas en patios o pasillos de instituciones públicas de
salud incapaces de atenderlas. Es muy evidente también cuando se considera la
calidad de la educación que reciben los menores y jóvenes que viven en estados
como Oaxaca, Zacatecas o Durango. También es resultado del hecho que esos
programas no fomentan que las personas se valgan por sí mismas ni se
desarrollan los mercados locales. Es más, las tarjetas de subsidio a los más
pobres, sólo sirven para consumir en supermercados que cuentan con terminal
electrónica, de modo que la riqueza se reconcentra.
La pobreza también tiene que ver con la manera en
que los beneficios del crecimiento económico se distribuyen. México, incluso en
las más recientes crisis, ha crecido. El problema es que ese crecimiento, de
por sí raquítico, se ha concentrado en un número muy reducido de personas que,
además, tienen tanto control de los mercados nacionales que pueden imponer precios a capricho, casi
siempre según prácticas monopólicas.
Esa es una de las razones por las que México, a
pesar de haber contado—como otros países de la región—con lo que la Cepal llama
el “viento favorable de cola”, es decir, los aumentos en los precios de las
materias primas, no ha tenido el éxito de otros países en la reducción de la
pobreza.
Urge en nuestro país que, además de preocuparnos por
crecer, nos preocupemos también por la manera en que crecemos. Hacerlo como lo
hemos hecho hasta ahora, sólo servirá para concentrar todavía más la riqueza en
pocas manos. Esa es, por ejemplo, la gran incógnita que emerge ahora que el
gobierno logró la reforma petrolera que tanto buscó.
¿Cómo se asignarán los contratos que Pemex y la
Comisión Federal de Electricidad serán capaces de celebrar por su cuenta? Esto
es más importante cuando se considera que no existen ni siquiera rumores de una
posible reforma de la manera en que operan los sindicatos en México y,
especialmente, de la manera en que actúan los muy poderosos sindicatos de esas
dos empresas que, desde el año próximo tendrán mayor autonomía para decidir de
qué manera operarán.
Algo bueno de la reforma energética es que ya no
existirán los pretextos que durante los últimos 15 años explicaron las
insuficiencias de las políticas de desarrollo social pues, decían, “no había
dinero”. Si hemos de creer a los principales factores de la reforma de Pemex y
la CFE, el PRI y el PAN, se han retirado ya los obstáculos que hacían imposible
el desarrollo. Habrá dinero, pues, para mejorar la infraestructura sanitaria y
educativa en las zonas rurales. El riesgo sigue siendo que la corrupción o las
prácticas monopólicas se coman la riqueza que las reformas generen. Ya estiempo
de que para la corrupción y las prácticas monopólicas también haya reformas,
¿no cree usted?
manuelggranados@gmail.comEnlace: http://www.cronica.com.mx/notas/2013/803363.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario