Manuel Gómez
Granados.
Diciembre le gustó
al Banco Mundial para publicar un estudio sobre la manera en que las personas
que trabajan en el sector informal de la economía mexicana acceden a algunos
servicios bancarios, especialmente al crédito. Los resultados del estudio son
mixtos. En un sentido se reconocen las
ventajas derivadas del acceso al crédito, pero lo que predomina es la
desazón que provoca enterarse del monto real de las tasas de interés que pagan
por los créditos. El estudio lleva el sugerente título de “Del montepío al
banco: el impacto del crédito formal en los hogares informales” y fue elaborado
por Claudia Ruiz. El estudio está disponible en el portal del Banco Mundial: http://bit.ly/credforainfor.
En el caso de Banco
Azteca, uno de los operadores más importantes en ese nicho de mercado, las
tasas de interés real son de 130 por ciento anual, muy por encima de lo que
predica la publicidad desde las
frecuencias de Televisión que la controladora de esa empresa, el Grupo Salinas,
posee. Pero en el caso de los montepíos la situación es todavía peor, pues las
tasas de interés real pueden ser de hasta 220 por ciento anuales. Para estimar
qué tan desproporcionada es esa tasa respecto de la que cobran otros bancos a
personas empleadas en el sector formal, baste señalar que la tasa promedio
estimada por el Banco Mundial es de 40 por ciento anual. Es decir, en el caso
de Banco Azteca se observa una diferencia de 90 por ciento, mientras que en los
montepíos la diferencia es de 180 por ciento, lo que deja ver por qué, en
fechas recientes, hemos asistido a una suerte de boom en el sector de los
montepíos, que incluso se han convertido ya en franquicias.
Otro de los
resultados que arroja el estudio del Banco Mundial es que en los municipios en
los que operan Banco Azteca y los montepíos, en los años 2005 y 2006, que son
los que cubre el estudio, hubo reducciones de hasta 6.6 por ciento en el monto
de los recursos ahorrados, lo que deja ver—al menos parcialmente—cuáles son los
efectos de la oferta de créditos por parte de Banco Azteca. Algo que debe
señalarse es que los créditos se destinan a la compra de bienes duraderos. Ello
hace que cualquier valoración del efecto de la presencia de Banco Azteca deba
ser ponderada a la luz del efecto que tiene el muy positivo acceso, por
ejemplo, a un refrigerador o una estufa, que puede ser muy positivo en términos
de salud, pero sin engañarse acerca de los efectos de la compra de televisores,
por ejemplo.
No sólo eso. Es
necesario tener en consideración también, que el pago de esos intereses hace
más difícil acceder a otros bienes, de modo que puede ser muy positivo que una
familia tenga acceso a un refrigerador de última generación, pero servirá de
poco si no se tiene lo suficiente para llenarlo o si aquello con lo que lo
llenan es de mala calidad.
Fiel a la filosofía
que inspira al Banco Mundial, el documento no suscribe (más bien desalienta) la
imposición de límites en las tasas que bancos como Azteca cobran a sus
clientes. La razón es que ello implicaría la salida de Banco Azteca de aquellos
municipios en que no logra sus objetivos comerciales, lo que llevaría a las
personas a recurrir a los montepíos donde las condiciones son todavía más
abusivas. Sin embargo, el documento del Banco Mundial subestima el posible
efecto de otras medidas de regulación, como podría ser imponer controles
también a los montepíos, que en su origen tenían una clara vocación social, de
ayuda a los más necesitados y que ahora son un simple negocio.
Otra posibilidad
sería favorecer el ahorro, de modo que las personas pudieran ahorrar el exceso
de entre 90 y hasta 180 por ciento, que pagan ahora por acceder al crédito.
Otra posibilidad, incluso, es tomar medidas reales que permitan reducir la
informalidad que involucra a casi de cada tres trabajadores mexicanos.
El documento del
Banco Mundial reconoce que antes de recurrir a los montepíos o a instituciones
bancarias, los mexicanos recurren a amigos y familiares. Hay—en ese sentido—
una larguísima tradición de ahorrar por medio de cajas populares e incluso
gracias a las “tandas”. Es una tradición que no se aprovecha, que no se valora,
a pesar de las ventajas que ofrece para acceder bienes duraderos. La pregunta
inevitable es, ¿por qué no se avanza más en esa ruta?
manuelggranados@gmail.com
Enlace: http://www.cronica.com.mx/notas/2013/804696.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario