Manuel
Gómez Granados.
A la memoria de don Rafael Moya García
Imaginemos,
aunque sea por unos minutos, que estamos al frente de una empresa que elabora
productos necesarios en el mercado, a buen precio y con buena calidad.
Imaginemos que para vender, contratamos a varios vendedores que distribuyan el
producto donde sea necesario: tiendas, puestos de mercados, supermercados,
rancherías, pueblos. Imaginemos que los vendedores no cumplen. No venden. El
producto se queda en las bodegas. No llega a los compradores.
¿Qué
cree usted que harían los vendedores? ¿Aceptarían su responsabilidad y
renunciarían, se comprometerían a cumplir o simplemente seguirían
en su cómoda situación? ¿Qué pensaría si yo le dijera que hay una empresa que
en lugar de despedirlos o ponerles un plazo para lograr las metas de venta,
nombra asistentes, comisionados o delegados de los vendedores? Incluso, para
complicar las cosas, crea comisiones que averigüen y expliquen por qué los
vendedores no logran sus objetivos. ¿Qué pensaría si yo le dijera que eso es
justamente lo que explica muchos de los problemas que padecemos en México?
Habrá
quien no crea estas palabras, pero le puedo demostrar que así es. Pensemos, por
ejemplo, en Michoacán. Ese estado podría ser uno de los principales generadores
de riqueza de México. Lo ha sido así; no en balde, por ejemplo, el aguacate se
conoce como oro verde, por los rendimientos que incluso pequeñas fincas
aguacateras ofrecen a sus dueños año con año. ¿Y qué decir del mango, el maíz,
los lácteos, las tenerías y la orfebrería? Michoacán no tendría por qué ser
pobre ni tendría que expulsar población ni vivir en la violencia; podría
alimentarse a sí mismo y alimentar a buena parte del país. Pero cuando las cosas
se pusieron mal, hará ya casi 15 años, no se echó de los cargos públicos a
quienes no cumplían, se les premió; es como si la empresa no corriera a los
vendedores que, ante la oportunidad, se hicieron cada vez más cínicos e
irresponsables.
Ya
conocemos la historia de Michoacán. El vacío creado por la incapacidad de
personas para cumplir con sus responsabilidades fue llenado por otros, y no hay
signos de cambio. En lugar de atajar el problema de raíz, atacar las causas
estructurales de la violencia, aplicar la ley, generar empleos e
infraestructura que faciliten la producción y el transporte de los productos, se
creó la figura del Comisionado para Michoacán, que cuesta al país 45 mil
millones y medio de pesos al año y que duplica funciones del gobernador. Y en
Guerrero, donde la ineptitud también campea, al grado de dejar que se echen a
perder despensas para damnificados, se hará algo parecido con otros 30 mil
millones de pesos al año.
¿Qué
sentido tiene que exista la federación, que implica división de poderes, si
para cada ineptitud de los gobiernos estatales se nombra un nuevo comisionado? Ahí
están también las nuevas unidades responsables de perseguir el secuestro, así
como unidades de apoyo del Ejecutivo, como la resucitada Crónica Presidencial,
que costará 9 millones de pesos al año. Es una constante en varias
dependencias.
Estas
“decisiones” son posibles gracias a que
el presupuesto federal creció en medio billón de pesos de 2013 a 2014 y el
rubro de salarios del gobierno federal crecerá 59 por ciento de 2013 a 2014, al
pasar de 77 a casi 123 mil millones de pesos, un crecimiento del déficit
equivalente a 1.5 por ciento del PIB nacional. ¿Valdrá la pena premiar así a
nuestros vendedores? Se echa de menos una oposición seria y responsable.
manuelggrandos@gmail.com
Enlace: http://www.excelsior.com.mx/opinion/manuel-gomez-granados/2014/02/15/943890
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