Fernando López Anaya.
En el municipio de Chiconcuautla,
al norte del estado de Puebla, el 67.8% de la población se encuentra con un
ingreso inferior a $684 pesos mensuales, y
39.4% de la población sufre pobreza alimentaria, según datos de CONEVAL 2011.
De los 3,403 hogares
contabilizados por INEGI en el
último censo, el 21.6% de ellos tienen jefatura femenina. El 51% de la
población de Chiconcuautla son mujeres. Si se toman en cuenta las cifras, las
mujeres que tienen la responsabilidad de mantener un hogar, reciben menos
ingresos y tienen más gastos. Aunado a esto, Chiconcuautla se ha convertido en
exportador de mujeres que buscan trabajo para el servicio doméstico en las
grandes urbes.
En este escenario, es
incomprensible entender que hay mujeres de Chiconcuautla que piensan diferente
su futuro. ¿Se imagina que mujeres indígenas de la Sierra Norte de Puebla
comienzan a producir un alimento que rompe con la desnutrición que han padecido
por generaciones?
Desde hace 2 años, un grupo
de mujeres produce el hongo tipo seta, alimento que tiene un valor nutricional notable, ya que constituyen una
excelente fuente de proteínas por contener hasta 35% en base seca.
¿Se imagina a los hijos de
estas mujeres marginadas con mejor alimentación, y por consiguiente, con un
mejor desarrollo nutricional desde sus primeros años de vida? La pobreza también
tiene un origen biológico arraigado en la alimentación de las personas. La
pobreza es el resultado de un entrecruzamiento fatal de distintas condiciones
que hacen que Chiconcuautla, municipio con más del 80% de población indígena,
esté clasificado entre los que tienen menor índice de desarrollo humano en el
país.
Cenadin acompaña a grupos de
mujeres de la Sierra Norte de Puebla para mejorar sus cultivos, para hacer que actividades
productivas detonen un cambio de mentalidad frente a la situación de desventaja
que padecen.
El sábado 15 de marzo, un
grupo de mujeres de Chiconcuautla que cultivan hongo seta en micro invernaderos
con riego tecnificado, se reunieron con
vecinas del municipio que se interesan en formar otro grupo para coadyuvar en
la producción de setas en la región.
Con estas acciones, Cenadin no sólo está cambiando hábitos alimenticios, sino modos de ver la vida, con una
esperanza más “real”, sin romanticismos metafóricos. Las mujeres que producen
hongos y alimentan con ellos a sus hijos, se dan cuenta que los niños se
enferman menos, están más despiertos, ponen más atención, juegan más y tienen
más apetito.
Esta experiencia de
acompañamiento que tiene Cenadin con estas mujeres, nos
enseña que muchas de las soluciones a los problemas que enfrentamos para abatir
el subdesarrollo no están en proyectos faraónicos, donde se requieren grandes
presupuestos, sino en soluciones creativas, con seguimiento permanente y,
principalmente, con un cambio de mentalidad de quienes viven en la cultura de
la pobreza.
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