Manuel Gómez Granados.
Estamos ya en los últimos días del año y es
inevitable asomarse a la agenda de lo que se nos viene en el 2016. Más, porque
será uno de los más difíciles para un gobierno como el mexicano que sólo
despetrolizó de manera parcial la economía que, lamentablemente, se acompañó de
una reconcentración del ingreso, además de que mucha de la riqueza petrolera de
la década pasada se perdió en una guerra inútil contra las drogas. Esa guerra
podría, por cierto, topar con pared en 2016. Por una parte, se espera que
Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, cumpla en el nuevo año una de sus
promesas de campaña: legalizar la mariguana a escala nacional. Por la otra, es
un hecho que hay un cambio en ciernes en la política antidrogas de Estados
Unidos, como lo reconoció el 13 de diciembre, en una entrevista, el zar de la
política antidroga de EU, Michael Botticelli, al admitir que la guerra contra
las drogas en EU ha sido “completamente errónea” (http://www.cbsnews.com/news/60-minutes-a-new-direction-on-drugs/).
Que lo reconozca es más importante dados los cambios que ocurrirán en la legislación
antidrogras a escala estatal luego de que en noviembre, al mismo tiempo que se escoja
al sucesor de Barack Obama, se voten medidas que legalizarán el consumo de la
mariguana en Nevada y California. De confirmarse ese pronóstico, México estaría
en una situación ideal para olvidarse de la guerra contra las drogas y dedicar
los recursos escasos, dada la baja en el precio del crudo, a cosas más
importantes.
Tristemente, las expectativas de que pudiera haber
un “dividendo de la paz” en la guerra contra las drogas son escasas. En primer
lugar, el gobierno federal parece poco dispuesto a promover una discusión seria
del problema de las drogas. Los chascarrillos del presidente Enrique Peña y sus
hijos y la posibilidad de que se pudieran “fumar un churro”, presagian una mala
posición de inicio en este debate. Es una posición amparada en lo que la
inmensa mayoría de las encuestas en México dicen acerca de la posibilidad de
legalizar la mariguana, pero evidencia —al mismo tiempo—el prejuicio con el que
se enfrenta el problema que, de sostenerse, amenaza con dejarnos en una
posición parecida a la de japoneses como Hiroo Onoda, quien perdido en la isla
Lublang de Filipinas, seguía peleando todavía en 1974 la segunda Guerra
Mundial.
La elección presidencial de EU será otro momento
importante. Como están las cosas, se antoja difícil, aunque no imposible,
imaginar a un republicano en la Casa Blanca en enero de 2017, pero incluso en
ese caso, el gobierno federal de ese país tendrá que aceptar que California, el
estado más próspero de EU, cambie su política en materia de uso de drogas y
ello hará necesario algún acuerdo para evitar lo que sería un serio conflicto
entre los gobiernos federal y de los estados donde ya se ha legalizado el
consumo de la mariguana.
Además de la elección en EU, México tendrá
elecciones en 2016. La mayoría, se celebrarán el 5 de junio, que incluye la
llamada “mini-gubernatura” en Puebla, que tendrá implicaciones directas para la
elección presidencial de 2018 y otras que marcarán las condiciones en las que concurriremos
a las urnas en 2018, como las de Aguascalientes, Oaxaca, Tamaulipas, Veracruz y
Zacatecas. Otra más, la extraordinaria de Colima, se realizará apenas al
regresar de las vacaciones de fin de año, el 17 de enero del año próximo. Poco
se puede adelantar en términos de resultados, como no sea la convicción de que
nuestra democracia sigue siendo frágil, está marcada por la desconfianza, a
pesar de todo lo que hemos invertido en evitar los fraudes.
El papa Francisco vendrá a México en 2016. Esa es
una de las pocas buenas noticias con las que podemos contar desde ahora, pero
será necesario preguntarse qué resultará de la visita. Ya conocemos más o menos
cuáles son los temas recurrentes en las intervenciones de Francisco; sería
difícil que rompiera con el patrón que observamos en Ecuador, Bolivia y Paraguay,
en 2014, y en Cuba y Estados Unidos en 2015. La duda, más bien, es qué haremos
los mexicanos con lo que el papa nos diga ahora que nos visite en febrero del
año próximo. Ya deberíamos tener claro que los actos multitudinarios, las
vallas con cientos de miles de personas saludando el paso del pontífice y todas
las actividades comunes durante las visitas papales no resuelven, por sí
mismas, ni los problemas del país, ni los problemas de la Iglesia. Se necesita atender
a lo que el papa propone: la convivencia fundada en el respeto mutuo, la
justicia y la solidaridad, pero que sólo se hace realidad si nosotros lo
construimos.
Como sea, estos días siempre ofrecen la promesa de
mejoras para todos. Ojalá se hagan realidad. Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo.
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