Manuel Gómez Granados.
La razón de ello fue la publicación casi simultánea de varios índices
y otros datos relevantes para comprender lo que sucede en México.
Sobresalen el de democracia de The Economist Intelligence Unit; el de
desarrollo democrático de la Fundación Konrad Adenauer, el de percepción
de corrupción de Transparencia Internacional y el de libertad de prensa
de Freedom House. Entre las cifras destaca la que habla de, al menos,
cuatro mil denuncias por tortura en los últimos ocho años, es decir,
casi 500 de ellas al año. A ello hay que agregar la pésima cotización
del peso frente el dólar, así como los débiles precios del petróleo.
El problema con los índices no es sólo que las cosas están mal. A eso
ya estamos demasiado acostumbrados. Lo grave es que las cosas, lejos de
mejorar, han empeorado en los años en que —al menos en teoría— hemos
vivido “en democracia”. Esto es peor al considerar el monumental gasto
destinado a fortalecer, tanto a los partidos como a lo que era el
IFE-INE y al Tribunal Electoral. Muchos han criticado ese gasto desde
que, a finales de los noventa, se nos dijo que era necesario que el
dinero público financiara a las burocracias de los partidos para
garantizar que el crimen organizado y otros intereses privados no se
adueñaran de las estructuras y las candidaturas de los partidos. Hasta
ahora no hay evidencia de que lo hayamos logrado.
Más bien, hay evidencia de que nuestra democracia ha fracasado, pues
todos los partidos han sido penetrados por el crimen organizado. Ninguno
de ellos se salva y, a pesar de la retórica del PAN, PRD y PRI de apego
al Estado de derecho, hay casos que hablan de lo contrario: Lucero
Guadalupe Sánchez López de Sinaloa, la familia Abarca de Guerrero o
Humberto Moreira, exgobernador de Coahuila, para hablar de los más
notables que, respectivamente, involucran a los tres principales
partidos. Y si esos casos extremos no convencieran a los optimistas, ahí
está el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia
Internacional (disponible en http://www.tm.org.mx/ipc2015/) para probarlo: México es el país más corrupto de la región OCDE, título al que nunca aspiramos, pero que ya es nuestro.
Nuestra democracia ha fracasado, como lo acredita el seguimiento que
la Fundación Konrad Adenauer ha hecho en los últimos 13 años. Esto se
advierte en el hecho que en la edición 2015 del Índice de Desarrollo
Democrático hay pocas fortalezas de la democracia mexicana (el estudio
está disponible en http://bit.ly/KAdenauerIDD2015,
México se discute a partir de la página 161). Más bien lo contrario,
abundan las debilidades y los problemas agravados por el hecho de que,
mientras vivimos las vacas gordas de los precios del petróleo, no se
redujo la pobreza y la riqueza se concentró cada vez más.
La democracia mexicana ha fracasado, porque lejos de profundizar
prácticas democráticas como la libre expresión de ideas, la libertad de
prensa no existe para propósitos prácticos en amplias franjas del
territorio nacional, como lo señala la Freedom House que, con problemas,
le otorga a México una calificación de “parcialmente libre” (disponible
en http://bit.ly/FreedomHMexico2016). A su vez, The Economist señala que, al menos desde 2014 (disponible en http://bit.ly/EcoIDemocracy2014),
en México existe una democracia fallida, plagada de errores, que no
cumple con lo que se espera. Gracias a ello, le asigna una calificación
de 6.6, es decir pasamos de panzazo y que lejos de mejorar, empeora.
Se nos dijo en 2012 que el problema de México era el inmovilismo, la
falta de reformas. Así se justificó el Pacto por México, pero se
privilegiaron reformas como la energética, en lugar de impulsar una que
acabara con la pobreza y la concentración del ingreso. Así llegaremos a
la elección de 2018, que ya se advierte difícil, entre otras cosas
porque, como lo señala un breve estudio de Consulta Mitofsky (disponible
en http://bit.ly/PartidosPierdenMx2015),
los tres principales partidos han dejado de representar a la mayoría de
los mexicanos. En 2003, seis de cada diez mexicanos se identificaban
con el PAN, el PRD y el PRI. Ahora sólo lo hace 45 por ciento. No es
difícil comprender por qué. Para varias generaciones de mexicanos la
transición de 2000 ha sido un mito, que sumió al país en una guerra sin
sentido, multiplicó la tortura y la represión, enriqueció a los
políticos y disparó la desconfianza, la violencia y el miedo.
Es el momento de exigir mejoras reales y dejar de perder tiempo y
recursos en las aficiones de los políticos: el culto a la personalidad,
el autoelogio, el nepotismo y la ineptitud. Como decía Konrad Adenauer,
la política es demasiado importante para dejársela sólo a los políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario